Antonio Prieto Stambaugh
El Colegio de Michoacán
"La traducción
transfronteriza del performance"
(English Abstract)
Recientemente, una alumna cuya tesis estoy dirigiendo, y a quien he sugerido
utilizar las teorías del performance para analizar un aspecto de
su trabajo, me mostró el índice preliminar de su tesis,
uno de cuyos incisos decía: "Performar la identidad".
Apenas ocultando una sonrisa le pregunté si no sería más
correcto decir "Actuar la identidad", y riéndose admitió
que sí, pero que quiso hacer referencia al paradigma del performance.
Mi alumna también está sufriendo con la traducción
de otros términos muy recurridos hoy por la teoría feminista:
empowerment, agency, embodiment... Este incidente me parece ilustrativo
de la situación incómoda a la que se enfrentan los académicos
de habla hispana cuando desean traducir terminología proveniente
del inglés. Si bien las palabras 'performance' y 'performativo'
son ya casi universalmente aceptadas tanto en el mundo de la academia
como en el de las artes, resulta irrisorio convertirlas en verbo para
decir "yo performo" o "nosotros performamos" - Guillermo
Gómez-Peña ofrece el infinitivo 'performear' - lo que dice
algo acerca de la necesidad de analizar las dificultades y retos que implica
traducir, no sólo la palabra, sino todo el marco teórico
y conceptual que la acompaña. El que la palabra 'performance' no
traduzca bien como verbo es mucho más que una curiosidad, ya que
en esencia es una palabra que se refiere a acción, realización,
ejecución. Si una palabra que expresa acción no puede ser
formulada más que como sustantivo o adjetivo, pierde su calidad,
digamos, performativa.
Es por ello que aquí me propongo reflexionar acerca de la migración
que ha efectuado la teoría - o mejor dicho las teorías -
del performance hacia el sur, trayecto dentro del cual sufre diversos
procesos de traducción, mutación y apropiación. Pero
no sólo eso, quiero dar cuenta aquí además de la
polémica confrontación de los performance studies con los
estudios de la teatralidad y con disciplinas emergentes como la etnoescenología,
siendo éstas últimas herramientas de análisis que
han encontrado una traducción más cómoda al español
y por lo tanto más aceptación en algunos círculos.
¿Cómo se traduce
performance?
Me enfrenté por primera vez a esta problemática hace unos
catorce años cuando quise traducir las teorizaciones de Richard
Schechner para mi tesis de licenciatura. En aquél entonces, traduje
"performance theory" por "teoría de la representación",
influido por los escritos de Gabriel Weisz. Unos años más
tarde me enfrenté nuevamente a la onerosa tarea de traducir a Schechner,
esta vez para la revista Máscara. Para acompañar esos ensayos,
escribí un breve texto plagado de ironías titulado "En
torno a la traducción de la palabra 'performance'" en el que
proponía recurrir a las perfectamente castizas palabras 'acción'
y 'actuación'. Ya para 1995, opté por soluciones híbridas
de tal forma que le puse como título a un ensayo mío: "La
actuación de la identidad en el performance chicano gay".
No obstante, tuve que incluir al inicio de dicho ensayo una larga nota
a pié de página en la que intenté sintetizar los
múltiples significados de la palabra 'performance'.
Así como el concepto performance en Estados Unidos e Inglaterra
se encuentra en disputa - algunos teóricos lo han llamada "an
essentially contested concept" (Strine et. al. citadas en Carlson
1) - debido a su ambivalencia inherente y a que casi todas las ciencias
sociales y humanas se han acercado a él, su traducción al
español se encuentra igualmente en disputa. Para rendirle honor
a uno de los campos que dio origen a los performance studies, quisiera
por lo tanto proponer una definición lúdica del polémico
concepto: el performance es una esponja mutante y nómada. Es una
esponja porque absorbe todo lo que encuentra a su paso: la lingüística,
la teorías de la comunicación y de la conducta, la antropología,
el arte, los estudios escénicos, los estudios de género
y ahora los estudios postcoloniales. Es mutante gracias a su asombrosa
capacidad de transformación en una hueste de significados escurridizos:
parte del latín per-formare (realizar), para con el paso de los
siglos denotar desempeño, espectáculo, actuación,
realización, ejecución musical o dancística, representación
teatral, etc. Es de notarse además cómo 'performance' muta
de género según el país de habla hispana en el que
se encuentre, de tal forma que en México (¿y Perú?)
decimos "el performance", mientras que en España y Argentina
se trata de "la performance", género femenino adoptado
de su uso en el francés. Nuestra palabra es nómada ya que
se le ha visto viajar sin necesidad de pasaporte de una disciplina a otra
y también de un país a otro. No obstante, su desplazamiento
transfrotnerizo, como adelanté arriba, no ha estado exenta de dificultades
al mudar de lengua.
El paso del performance por las diversas disciplinas tiene una historia
cuyo relato detallado escapa los alcances de esta ponencia. Es una historia
que parte más o menos de 1954 con la aparición del libro
fundamental Homo ludens, de Huizinga. Al hablar de los orígenes
de los performance studies, no puede faltar mínimamente evocar
los fantasmas de algunos "padres" fundadores provenientes de
distintas disciplinas, algunos de ellos aún entre nosotros: Gregory
Bateson, John L. Austin, Erving Goffman, Dell Hymes, Victor Turner, Richard
Bauman y Richard Schechner. Más recientemente, hemos visto la emergencia
de 'madres' fundadoras de los performance studies desde la perspectiva
de los estudios de género: Judith Butler y Peggy Phelan. A partir
de los 90s la bibliografía se ha multiplicado de manera impresionante,
especialmente en relación a autores que trabajan los estudios queer
(otro término de traducción incómoda) y los estudios
postcolonialeses.
En América Latina, los textos principales de este campo se han
venido traduciendo poco a poco, con distintas soluciones en lo que se
refiere a la palabra "performance". Por ejemplo, en Cómo
hacer cosas con palabras de Austin, traducida en España en 1971,
"performative" se convierte en "realizativo". Más
recientemente, la teatrista francesa Marie Lourties tradujo para debate
feminista un ensayo de Judith Butler. Las dificultades que le supuso dicha
traducción le obligó escribir una introducción de
once páginas que además enfatiza la importancia de Butler
para la teoría feminista. Lourties optó por traducir 'performative
acts' como 'actos de representación', pero las editoras de la revista
le pidieron una revaloración del neologismo 'performativo'. Lourties
responde que "'performativo/a' constituye un empobrecimiento notable
de la reflexión que ... desarrolla Butler" (295). Explica
que la palabra "performativo/a se restringe a las ciencias sociales
y "no tiene ni mucho menos la connotación teatrales que sí
posee y expresa el inglés" (294), connotación, dice
ella, importante para Butler. Por lo tanto, la traductora optó
por utilizar dos palabras según el contexto: 'representación'
y 'función' "teniendo esta última, en español,
la doble connotación de acción y acción teatral"
(295). No obstante esta justificación, las editoras de la revista
decidieron mantener la palabra 'performance' dentro del ensayo que apareció
con el título "Actos performativos y constitución del
género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista".
Entonces, tenemos un concepto cuya definición final no existe en
el inglés, y mucho menos su traducción definitiva al español.
Podemos aceptar la solución de debate feminista, pero entonces
habrá que enfrentarnos a otro problema: la ubicación del
performance frente a los estudios del teatro y de la teatralidad.
Performance vs. teatralidad
Un enfrentamiento entre las escuelas de estudios teatrales y estudios
del performance se dio hacia 1990 cuando los editores de la revista Performance
Arts Jounral - Bonnie Marranca y Gautam Dasgupta - publicaron una editorial
en la que criticaban el artículo de Richard Schechner "Performance
Studies, The Broad-Spectrum Approach". Marranca y Dasgupta veían
con sospecha el planteamiento de Schechner, ya que consideraban que los
estudios teatrales perderían su especificad si se veían
intervenidos por las ciencias sociales y si cualquier acto expresivo podía
ser estudiado como performance. Schechner, a su vez, escribió una
contundente respuesta a sus críticos.
Más interesante para el tema que nos ocupa es un enfrentamiento
más reciente, esta vez entre Diana Taylor y Juan Villegas, que
tiene sus orígenes en un debate ocurrido durante una residencia
de estudiosos/as, mayoritariamente latinos/as, en el Humanities Research
Institute de la Universidad de California, Irvine, en 1990. Los resultados
de ese debate se pueden apreciar en el libro Negotiating Performance,
Gender Sexuality and Theatricality in Latin/o America, editado en 1994
por los académicos arriba citados. En la introducción de
dicho libro, Taylor explica que ella y sus colegas decidieron, tras una
larga discusión, emplear el término 'performance' para referirse
a la gran diversidad de situaciones representacionales que abordaron.
Dice Taylor: "We had to replace the word theatre with performance,
a term that allowed us not only to include all sorts of spectacles that
"theatre" leaves out but to look at theatre itself in a more
critical perspective" (11). Sin embargo, a la luz del epílogo
que escribe Villegas para el libro, es evidente que el 'we' al que se
refiere Taylor no fue tan generalizado. Y es que para Villegas, resulta
más adecuado el uso de los términos "teatralidad"
o "discurso teatral" para estudiar cualquier género expresivo
latinoamericano, sea este un carnaval o una marcha de protesta. Dice Villegas:
I believe that it is less authoritarian and perhaps it would be less of
an imposition of one culture over another if we were to find or redefine
a Spanish term or expression, which may be able to describe the Latin
American theatrical modes. This I believe is a better alternative rather
than using the loaded and untranslatable term "performance."
(316)
Y continúa:
I would suggest the terms "theatricality" or "theatrical
discourses" be used instead of "theatre." I propose that
a theatrical discourse or "theatricality" be understood as a
means of communicating a message by integrating verbal, visual, auditive,
body, gestural signs to be performed in front of an audience. (316)
Aunque perfectamente respetable,
la justificación de Villegas tiene algunos problemas: ¿por
qué suponer que una palabra en español es menos autoritaria
o impositiva que una en inglés? El español es el idioma
hegemónico en América Latina a partir de la colonia, pero
también está el portugués, el francés (dentro
del cual el término performance sí existe) y cientos de
idiomas indígenas. Por otro lado, Villegas reduce performance a
un género de arte menor surgido en los sesentas dentro de los Estados
Unidos (315), y no hace referencia alguna a la rica tradición de
los performance studies. En un texto más reciente (Para la interpretación...),
Villegas corrige estas lagunas, y extiende su definición de la
teatralidad desde una perspectiva semiótica, añadiendo el
concepto de "teatralidad social". Aquí, Villegas propone
dos grandes áreas para el estudio de la teatralidad social: "Por
una parte, implica la descripción de conductas y gestualidades
sociales como procesos de teatralización. Por otra, requiere el
análisis de sus modos de representación en la literatura,
la arquitectura, la pintura, el cine, la fotografía, o (...) el
teatro" (51).
Por su parte, Taylor ofrece una justificación más convincente
para el uso del término performance, aunque no exenta de puntos
debatibles. Dice Taylor: "The fact that no exact equivalent for 'performance'
exists in Spanish did not dissuade us from using the term, primarily because
there is a long and very rich tradition of performance in Latin America"
(14), y refiere como ejemplo una tradición que viende desde tiempos
prehispánicos. Mientras que estoy de acuerdo que no conviene asociar
al término 'teatro' con el análisis de, por ejemplo, un
rito maya, y que en inglés la palabra performance resulta más
adecuada, nos enfrentamos nuevamente al problema de su traducción
al español, ya que en nuestro idioma resulta igualmente arbitrario
clasificar a un rito maya como 'teatro' o como 'performance'. Una de las
virtudes que Taylor encuentra en performance con respecto a teatralidad
es que la primera palabra, a diferencia de la segunda, puede ser expresada
como verbo, "the term performance, and especially the verb performing,
allow for agency, which opens the way for resistance and oppositional
spectacles. Theatricality, (
) is limited in that it is a noun with
no verb and therefore no possibility of a subject position" (14).
Pero, como indiqué al principio, en nuestra lengua resulta poco
elegante, por no decir aberrante, el verbo 'peformar'.
La teorización en torno a la teatralidad encuentra nuevo empuje
en los escritos de Alfonso de Toro quien, en un reciente ensayo publicado
en Gestos, intenta dar cuenta de un cambio de paradigma en los estudios
del fenómeno teatral a la luz del postestructuralismo y el postcolonialismo.
Hasta hace unos diez años, los estudios teatrales efectuados por
estudiosos franceses y latinoamericanos como el mismo de Toro, giraban
fundamentalmente en torno a la semiótica estructuralista. El surgimiento
de nuevas situaciones socio-culturales y políticas, sin embargo,
obligan a reconsiderar lo que se entiende por "teatro", proceso
en el que a nivel de práctica estaban muy adelantados los teatristas
experimentales a partir de los 60s. De Toro considera que el término
"teatralidad" permite acercarse no sólo a las nuevas
prácticas escénicas, sino "cualquier representación
estético-artístico-lúdica que se realiza con el cuerpo
(voz, gesto, movimiento) y a través de una vasta serie de elementos
jerárquicamente iguales que ponen en relieve su carácter
ritual-artístico" (29-30). Para de Toro, los estudios sobre
performance de Goffman y Schechner entran dentro del concepto teatralidad,
aunque contradice esta apertura más adelante al precisar:
La delimitación que el concepto de 'teatralidad' implica no debe
conducirnos a la idea de que cualquier tipo de escenificación,
por ejemplo las acciones cotidianas o políticas, sea una forma
de 'teatralidad' ya que el término obtendría así
una intención y extensión tan amplia que finalmente podríamos
desistir de él. Por esto, 'teatralidad' puede ser definida tan
sólo en relación con la categoría 'teatro' y con
aquellas emparentadas con la misma. 'Teatralidad' sería luego una
estrategia de producción metonímica y metafórica
de situaciones teatrales o similares al teatro. (32)
El autor no ofrece un parámetro
para saber qué tipo de situaciones "similares al teatro"
podrían considerarse dentro de los estudios de la teatralidad.
Sin embargo, sus referencias, así como las de Villegas en sus escritos,
son fundamentalmente del mundo escénico moderno y posmoderno. Aunque
estos autores se esfuerzan por abrir la teatralidad a un abanico amplio
de situaciones expresivas dentro y fuera del escenario, no logran romper
el cordón umbilical con lo que es a final de cuentas su fuerte
disciplinario: el teatro.
Dos investigadores prominentes que han recurrido a la metáfora
teatral desde fuera de los estudios teatrales son el antropólogo
mexicano Roger Bartra y el sociólogo Néstor García
Canclini. El primero, por ejemplo, desconstruye los discursos de identidad
mexicana en La Jaula de la Melancolía, con ayuda del marco teatral
y de sus géneros: la tragicomedia, la farsa, etc. Por su parte,
García Canclini analiza la teatralización del poder y la
puesta en escena de lo popular en su conocido libro Culturas híbridas.
En estos casos, resulta mucho más sugerente hacer referencia al
teatro como una estructura burguesa fundamentada en regímenes particulares
de espectacularidad, que al multivalente concepto del performance.
Del etnodrama a la etnoescenología
En Francia y América Latina se vienen desarrollando otras formas
de examinar fenómenos representacionales más acercados al
rito que al teatro. Un parteaguas fue la aparición en 1965 del
libro Sociología del teatro del antropólogo francés
Jean Duvignaud, traducida al español el año siguiente, por
lo que ejerció una influencia temprana en la academia latinoamericana.
La propuesta de Duvignaud de estudiar "al teatro en la sociedad y
la sociedad en el teatro" (17) resuena con algunos textos de Richard
Schechner, y sin embargo es notable que ambos autores nunca se citen mutuamente.
En México, un grupo interdisciplinario de investigadores (antropólogos,
biólogos, etc.) y teatristas fundaron el Seminario de Investigaciones
Etnodramáticas bajo auspicios de la UNAM en 1982, con la finalidad
de estudiar "los principios rituales de los cuales surgió
el teatro" (El cerebro ritual). La propuesta del "etnodrama"
- concebida principalmente por Gabriel Weisz y Oscar Zorrilla - implicaba
un estudio científico en torno a los fundamentos neurofisiológicos
del rito que desembocaba en eventos parateatrales diseñados ad
hoc. Unos años más tarde, Weisz publicó El juego
viviente, pequeño pero ambicioso libro que buscó sentar
las bases para lo que su autor define como una teoría de la representación.
Weisz estaba interesado en la relación que guarda el cuerpo con
la percepción dentro de actividades lúdicas asociadas con
el rito y el juguete. Aunque su libro no delinea una metodología
precisa para la teoría de la representación, el autor explica
que ésta "evalúa estructuras afines a las encontradas
en el teatro, pero no reglamentadas por los mismos principios espaciales,
temporales ni narrativos" (41). Para Weisz, la teoría de la
representación permite el estudio de toda actividad lúdica,
con lo que rescata las tempranas propuestas de Huizinga. Es de notarse
que Weisz estudió durante una temporada en el departamento de Performance
Studies de NYU y sin embargo nunca utiliza la palabra performance, optando
más bien por 'representación', que en el español
se asocia tanto al estudio semiótico como al espectáculo
teatral. En este sentido, la "teoría de la representación"
anunciada por Weisz prometía ser una propuesta adecuada para la
academia de habla hispana, misma que mi colega Yolanda Muñoz y
yo retomamos en nuestro estudio sobre teatro antropológico publicado
en 1992 (El teatro como vehículo...). Desafortunadamente, los estudios
de la representación como un equivalente latinoamericano a los
performance studies no ha creado escuela. Con la muerte de Oscar Zorrilla
se cerró el Seminario de Investigaciones Etnodramáticas,
lo que detuvo de manera indefinida el estudio del etnodrama en México
Durante su formulación del concepto 'etnodrama' Weisz estuvo en
diálogo cercano con Duvignaud y con Jean-Marie Pradier, quienes
continuaron trabajando la idea hasta que en 1995 logran la fundación
en París del Centro Internacional de Etnoescenología bajo
auspicios de la UNESCO y la Universidad París 8. Con rapidez asombrosa,
la etnoescenología se ha consolidado como una disciplina emergente
de gran difusión y alcance, particularmente en algunos países
latinoamericanos. Su teórico principal es Pradier, quien de basa
esencialmente en las disciplinas de la semiótica, la antropología
y la biología (cf. "Artes de la vida..."). Pradier y
sus colegas son muy explícitos en su afán de establecer
una nueva ciencia abierta a una interdisciplina entre las ciencias humanas
y naturales, apertura que Pradier afirma ha sido ajena a los estudios
teatrales y del performance (16). Sus escritos, que hacen un llamado al
estudio de las "prácticas bionómicas", así
como de las "artes simbióticas", y que tienen como referentes
bibliográficos a personajes como Charles Darwin y René Descartes,
seguramente serían calificadas de esencialistas por los académicos
posmodernos. Aunque durante el II Coloquio Internacional de Etnoescenología
celebrado en Cuernavaca, México en 1996 Pradier explicó
que la nueva disciplina se aleja de la etnografía en tanto que
no entiende a lo étnico como lo "otro" sino como el contexto
de cualquier cultura, incluso la europea, todas las ponencias de ese coloquio
analizaron situaciones rituales de culturas no-europeas. Así, la
etnoescenología - hasta donde la conozco - se aleja de la tendencia
autorreflexiva de la antropología posmoderna, así como de
los estudios postcoloniales. A diferencia de los performance studies,
que algunos teóricos plantean como una anti-disciplina (cf. Carlson
189), la etnoescenología se esfuerza por consolidarse como ciencia.
Las teorías de la teatralidad, del etnodrama y la etnoescenología
le deben mucho a la escuela francesa y quizás por ello mantienen
poco diálogo con los performance studies de genealogía anglosajona.
Todas estas corrientes afirman ser de carácter interdisciplinario
e intercultural, sin embargo, las ancestrales rivalidades entre lo latino
y la sajón parecen persistir en sendas academias. Y aquí
una pregunta retórica: ¿Es posible superar estas rivalidades
y emprender un auténtico gesto interdisciplinario que tome en cuenta
las aportaciones de cada escuela, con un espíritu crítico
y a la vez propositivo?
A manera de conclusión
Esta ponencia arrancó como una reflexión en torno a la traducción
de los performance studies al español y al contexto latinoamericano.
Me encontré con la necesidad de hacer un repaso crítico
de un conjunto de teorizaciones que sobre el fenómeno escénico
o representacional han desarrollado paralelamente académicos latinoamericanos
y europeos. Son evidentes las rivalidades académicas, culturales
y políticas entre estas escuelas, algo quizás inevitable.
Para nosotros como investigadores sería recomendable, en todo caso,
evitar 'tomar partido' y más bien reconocer la emergencia, por
primera vez en la historia, de propuestas teóricas que nos pueden
ayudar a acercarnos a las distintas situaciones teatrales, rituales o
performativas que merecen estudio. Como dice Rafael Mandressi, "las
teorías son artefactos encarnados, que hablan de quienes las producen,
así como estos hablan a través de ellas" (40). Cada
teoría, pues, tiene sus alcances y limitaciones, pero habremos
de utilizarla como mejor convenga nuestro trabajo, eso sí, teniendo
muy en cuenta cuáles son las herramientas metodológicas
que propone cada escuela. De lo contrario, corremos el riesgo de diluir
las palabras o utilizarlas perezosamente de modo intercambiable al grado
de que pierdan su fuerza conceptual.
Walter Benjamin escribió que la traducción es un acto vital
cuyo propósito es el de "expresar la relación recíproca
central entre los lenguajes" (72). Para Benjamin, la tarea del traductor
no es la de meramente hacer una copia del original en otro idioma, sino
la de otorgarle a la obra original una nueva vida, y de hecho transformarla
bajo la influencia activa de la lengua extranjera. De esta forma, sugiere
el filósofo alemán, se revela el sistema de parentesco que
unifica a los idiomas. Pero Benjamin advierte que el parentesco no es
equivalente a la igualdad, por lo que no propone una homogenización,
sino justamente una traducción que, en palabras de Rudolf Pannwitz,
"se vea poderosamente afectada por la lengua extranjera". (citado
por Benjamin ibid. 81) Estas reflexiones nos permiten concebir a la traducción
como un acto que posibilita un intercambio que admite la diferencia y
aún el hecho de que algunas experiencias permanecen para siempre
intraducibles.
Hagamos, pues de la traducción de los performance studies un acto
de contaminación intercultural, o mejor aún, devoremos al
performance con decidido espíritu antropofágico.
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