[publicado en Debate Feminista #2]
1990
Mexicanos, especie a la que sólo 80 millones de personas separan de la extinción, oídme: Yo soy Coatlicue, la Diosa de la que brotan civilizaciones y museos, fuente de hermosura en la que se concentran los benditos horrores del universo; soy Coatlicue, la que no consiente apodos, a la que nadie puede hablarle ni de tú ni de usted ni de ello. Coatlicue, el verdadero inconsciente de la raza, ¡La Emperatriz de la tarjeta postal! Todo surge de mí y a mí todo retorna, soy la unidad en la diversidad, el origen de la vida y de la muerte, soy la madre del universo y de todo aquel que se jacte de tenerla y de no tenerla.
Oíd, hijos míos, sin distinción de ingresos; ya he soportado dema-siado: invasores provistos de religiones con sacerdotes cobradores de impuestos, conquistadores armados de televisiones, todo lo he sufrido calladamente... el encierro en la sala Mexica, el descuido de los funciona-rios que no llevan a los niños de primaria a cantarme Las Mañanitas, el desfile de inicuos que sólo me consideraban motivo turístico, ¡todo lo he padecido en silencio!
Que destruyeran mis templos lo admití, porque aquellos bárbaros nada sabían de estética vanguardista; que aplastaran a mis seguidores lo soporté porque una religión sin duras pruebas se vuelve institucional; que me negaran la patente del transformner lo sobrellevé, porque entonces la modernidad era algo muy antiguo. A tal grado llega mi prudencia que resistí el asalto al Museo de Antropología. Lo recuerdo muy bien; corría el aciago año de 1985, era un 24 de diciembre, la noche en que el mundo por ignorancia celebra a un rival niño, pero mis innumerables ojos todo lo vieron... en el escalofrío vi profanar el capelo del hombre murciélago, vi el faje codicioso del pectoral de oro, de la máscara de jade, de los collares, los bezotes y las orejeras... ¡ah codicia, tú tienes nombre de funcionario! ...entonces supuse que vendrían por mí, sí, ese homenaje de un transporte especial me lo deben rendir... ¡a mí la ofrenda de la grúa!, ¡a mí el tributo del sudor y la fatiga de la cuadrilla de cien hombres! ...esperé cada vez más emocionada, mis corazones, mis serpientes, mi propia y adorada masa pétrea latían con inquietud... ¡aquí están ya!, cerré los ojos y me les entregué cual si estuviera frente al FMI, llévenme con ustedes pensé, llévenme aunque me convierta en una Diosa de clóset... y nada, cuando abrí los ojos ya se habían ido, sólo volvieron por la bom-bonera de obsidiana que, pues sí, es un objeto mono, pero ¡mira que despreciarme a mí! ¡Imbéciles, estoy en contra de los robos, pero estoy más en contra de los ladrones que no jerarquizan! ¡Bastardos! Ni respetan el patrimonio de los pueblos, ni el hit parade de la estética.
Pues a pesar de aquel desaire, permanecí imperturbable como una roca, pero ha llegado el momento en que pongamos las cosas en claro porque si ustedes no saben respetar a su madre, yo misma sabré darme mi lugar y ¡óiganme bien, mexicanos, mexiquenses, mejicones, mejidata-rios y extranj enses!: Yo soy el origen del origen, y a nadie se le ha ocurrido irme a recibir al aeropuerto. A diferencia de otros ídolos, nunca se me han hecho imprimir 500 000 carteles, jamás se me construyó un mamódromo ni se me proporcionó un humilde mamamóvil, nunca me facilitaron la maquinaria adecuada para poder besar el piso del aeropuerto, nunca he hecho una gira, ya no se diga a Chalco, ni siquiera a Chapultepec, a Tlatelolco, nunca he realizado ese hermoso sueño de realizar una gira mamal con carácter puramente evangelizador, sobre todo ahora que tanta falta les hace una religión ecologista. Pero óiganlo bien hijos desagradecidos, a diferencia de otros yo los sigo queriendo porque una madre nunca olvida, porque aunque le soben la panza al Buda, o se vayan tras el Gurú, o se gasten la quincena en medallitas y rosarios, o anden todo el día de La Ceca a La Meca, seguirán siendo mis hijos. Además yo los traje al mundo y ahí está la diferencia, porque madre sólo hay una y esa ¡ingratos!, soy yo, aquí y en China.
Y ya para finalizar hago un llamado a los demás dioses, que si bien se hallan devaluados teológicamente, van muy al alza en el mercado del arte:
¡A mí, Huichilopochtli, Coyolchauqui, Chalchiutlicue y Tescatlipoca!
Iniciemos una Cruzada Nacional para que este pueblo recupere sus orígenes.
¡Unete Tlatelolca!, ¡únete Xochimilca!, ¡únete Iztapalapo!, ¡únete Oaxtepeco!, ¡únete Tlaxcalteca!, ¡únete Católico!
Y por último exijo al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes que defina de una vez por todas si el Quinto Centenario, es quinto, o es centenario.
¡Se ve, se siente, Coatlicue está presente! ¡Se ve, se siente, Coatlicue es diferente!