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Margarita Serje'sEl revés de la nación: Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie

DIEGO FABIÁN ARÉVALO VIVEROS | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, BOGOTÁ

Serje, Margarita.El revés de la nación. Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie. Bogotá: Ediciones Universidad de los Andes, 2005. 295 pgs.

62_sm_arevalo-viverosMargarita Serje reflexiona sobre la producción delcontextoen Colombia enfocándose en dilemas tales como la construcción, imaginación y delimitación de las geografías nacionales a partir de metáforas y relatos enunciados por el poder estatal. Ciertamente, una de las manifestaciones del poder nacional en este país radica en su potestad para generar contextos:espacios oficialmente descritos y naturalizados por la imaginación hegemónica, la cual empodera sus versiones de la geografía. “El contexto [...] es a la vez una lectura y una representación de la realidad: es una manera de interpretarla y hacerla legible” (34). La definición de contexto, según el enfoque de Serje, repara en las formas que utiliza el estado en Colombia para representar y hacer visible para sí y para la comunidad internacional los territorios y las zonas sobre las cuales ejerce soberanía.

Fijar tales contextos implica definir rutas y estrategias por medio de las cuales la nación se relacionará con sus territorios. Contextualizar es marcar las zonas del país con determinados relatos, sobre la base de los cuales se definirán políticas, estrategias económicas y militares. Desde luego, aquello que marcan estos relatos son la naturaleza, sus habitantes y sus prácticas sociales. De este modo, definir e imaginar el contexto implica establecer:

cuáles son las categorías e imágenes que definen quiénes son los actores relevantes, cómo son y qué papel tiene cada uno de ellos; cuáles son las intervenciones posibles, legítimas y pertinentes sobre el territorio, sus habitantes y sus recursos; cuál es el orden que debe ser impuesto y de qué manera se impone(34).

Por lo anterior, la creación del contexto y su fijación resultan ser indispensables para el ejercicio de poder del estado y su soberanía en el territorio colombiano. Los contextos son creados como objetos “para contenerlos” (34). Algunos discursos en los que se puede reconocer la construcción de estos contextos son las declaraciones de los agentes oficiales del estado. Sus enunciados refieren marcas de los territorios y, por lo mismo, definiciones y caracterizaciones de sus habitantes y su naturaleza. Para ejemplificar esta situación, en el libro de Serje se citan las palabras de Gustavo Bell, Vicepresidente de la República, quien el diez de mayo de 2002, luego de la masacre de Bojayá, Chocó, en la que murieron 119 personas, como resultado del fuego cruzado entre el ejército nacional y un grupo paramilitar, declara:

con más de un millón de kilómetros cuadrados, Colombia tiene extensos territorios [...] que forman áreas claramente definidas de influencia de narcotraficantes o grupos armados, donde según las autoridades locales, la presencia del estado es prácticamente inexistente (30).

Estas declaraciones del entonces Vicepresidente de Colombia ratifican y naturalizan las marcas que por larga tradición el poder ha hecho sobre los territorios del país. Desde la colonización de América, dicho poder definió ciertas zonas como tierras salvajes, caóticas, donde vivían seres bárbaros que se resistían a la civilización. Estas marcas sobre la geografía se reprodujeron aun después de la independencia, logrando tener una continuidad en el tiempo. Cuando en el siglo XIX se forjan los estados nacionales en América, dichas marcas siguen estando presentes; en la actualidad, esta presencia continúa vigente. En Colombia, por ejemplo, ya no se habla de salvajes pero sí de zonas rojas, zonas cocaleras, etc. Esto hace parte del “conjunto de relatos que media la relación con estos espacios y sus habitantes” (5). A su vez, tales relatos giran en torno a dos imágenes focales. “La primera, es la de la enorme riqueza que encierran [estas zonas;] la segunda imagen focal es la de su violencia constitutiva. La amenaza que representan. Nunca han dejado de ser ‘tierra de nadie’, ‘zonas rojas’. Ahí impera la ley del monte” (5).

Esta producción de las imágenes de la alteridad justifica todo tipo de acciones encaminadas a tratar de integrar estos contextos dentro de la vida nacional. En pro de ordenar estas zonas se comenten atroces intervenciones, violencias desmedidas, devastaciones de los recursos naturales, entre otros. Para Serje, detrás de esta posición del estado respecto de las zonas que constituyen “el revés de la nación”, subyace una visión de cultura según la cual esta se posiciona como opuesta a la naturaleza. Si el estado refleja esta perspectiva, su construcción se fundamentará en una serie de oposiciones tales como hombre-naturaleza, barbarie-civilización, ciudad-campo, las cuales determinan el funcionamiento de la ética y legalidad estatal. “El sistema, de acuerdo con Bourdieu, se basa[...] en dos oposiciones básicas [...]: las de hombre-mujer y de amo-esclavo” ( 21). El hacer del estado, en consecuencia, reproduce esta lógica de oposiciones según la cual su poder es efectivo y arrasador siempre y cuando se ejerza sobre aquellos territorios que son imaginados como zonas rojas, zonas sin soberanía.

El aporte del libro de Margarita Serje radica en la crítica que realiza a las imágenes de la alteridad construidas por el poder del estado en Colombia, las cuales ella misma cataloga como ya naturalizadas y familiarizadas tanto a nivel nacional como internacional. Su estudio revela cómo tales imágenes han sido elaboradas por la misma imaginación hegemónica para poder proceder violentamente contra estas zonas que son catalogadas como opuestas al orden de la ley. Al desnaturalizarse estas imágenes, realizando una deconstrucción de las mismas, se pone en tela de juicio el papel del estado y su intervención en estas zonas marginales pues, en última instancia, es el estado mismo quien crea zonas y espacios para poner en práctica su violencia y su militarismo (su poder colonizador) Finalmente, el estado es un componente activo y constitutivo del conflicto armado en Colombia.


Diego Fabián Arévalo Viveros es candidato a Magister en Literatura por la Universidad de los Andes en Bogotá-Colombia, en donde trabaja como profesor del área “Pensar, Leer y Escribir en Español”. Tiene, además, estudios de licenciatura en español y literatura por la Universidad del Cauca-Colombia. Su trabajo de Grado, “Proceso de Construcción Estética en la Tejedora de Coronas de Germán Espinosa” fue reconocido por el jurado evaluador con Mención de Honor. Sus intereses en la investigación son las relaciones entre literatura, nación y arqueología en la narrativa latinoamericana del Siglo XX, como también la relación entre ecología y literatura latinoamericana.