Abstract:
The controversy surrounding the comic book character Memín Pinguín has brought to light multiple problems of racism and discrimination in Mexico and the United States, particularly after unfortunate comments made by Mexican ex-President, Vicente Fox, three years ago. This article analyzes from an anthropological perspective the views of both societies on this subject after a complaint made by an US-African-American against the sale of Memín Pinguín comics in Wal-Mart stores.
Han pasado tres años desde la polémica en torno al timbre postal de Memín Pinguín, puesto en circulación internacional por el gobierno de México en 2005. Ayer, 11 de julio, esta caricatura volvió a ser noticia. La cadena de tiendas Wal-Mart tuvo que sacar de sus anaqueles la historieta, ante la queja de una mujer afroamericana en Houston, que calificó el cómic como ofensivo para su comunidad, más aún, cuando aparecía el personaje Memín como candidato a la presidencia del “Partido de la Alegría”.
Como hace tres años, se pone en evidencia la torpeza y los intereses mezquinos de consorcios como los de la tienda Wal-Mart, que por vender no le importa a qué comunidad puede ofender, y los del director de la Editorial Vid, Manelick de la Parra, hijo de la creadora del personaje, que al beneficiarse económicamente de esta historieta, no le importan las repercusiones sociales, políticas y culturales que conlleve.
Recordemos la historia de hace tres años. El timbre se dio a conocer semanas después de que el entonces presidente Vicente Fox, mostrando su ignorancia y sus prejuicios, comentó que “ni siquiera los negros” querían hacer los trabajos realizados por migrantes mexicanos en Estados Unidos. Gran cantidad de artículos, reportajes y noticias sobre el tema aparecieron; en las sobremesas y en las conversaciones cotidianas de los mexicanos se hablaba sobre la “simpatía y el alma blanca” de Memín Pinguín y con “indignación” de la intromisión de los estadounidenses en la cultura popular de los mexicanos. Al mismo tiempo, las severas críticas de los norteamericanos, en especial de los afroamericanos preocupados por las connotaciones racistas de estos hechos, hicieron énfasis en la ofensa que representaba este personaje estereotipado y grotesco.
A lo largo de su administración, el ex presidente Fox muchas veces mostró su torpeza ante los más elementales principios diplomáticos. Con su comentario, no sólo ofendía, sino que ofrecía elementos de discordia entre las ya tensas relaciones entre los hispanos y afroamericanos en Estados Unidos. El colmo fue que, después de generar este conflicto, el gobierno (posiblemente sin darse cuenta, lo cual es aún más grave) emitió un timbre postal con la imagen de Memín Piguín que reproduce un estereotipo que lastima, por obvias razones, a los afrodescendientes en América pertenecientes a distintos contextos históricos y temporales. Varios funcionarios e intelectuales argumentaron que este personaje “travieso, simpático y dicharachero” formaba parte de la cultura popular mexicana. Aún así, esta imagen, como lo hice saber en su momento (en una entrevista en el New York Times, el 1 de julio, y en el periódico La Jornada de México, al día siguiente) es negativa, ya que ridiculiza, entre otras cosas, los rasgos físicos, el color de la piel, el carácter y las relaciones familiares de los afrodescendientes. No hay que aceptar por “simpáticos” los prejuicios discriminatorios, menos aún, cuando esta historieta ha circulado en otros países, en muchos de los cuales la población afrodescendiente ha sufrido y enfrentado las severas dificultades del racismo.
Las diferentes reacciones sobre este escándalo llevan a un análisis interesante y complejo. Los norteamericanos respondieron indignados considerando la estampilla como una afrenta racial y la iniciativa del Servicio Postal Mexicano como una posible provocación, sobre todo después de las declaraciones del presidente Fox. Debido a la deplorable historia de la esclavitud y el racismo en Estados Unidos no es de extrañar que estas declaraciones e iniciativas preocupen y provoquen críticas. Sin embargo, los estadounidenses, sobre todo los afroamericanos, difícilmente comprenden la historia de los afrodescendientes en otros contextos sociales y culturales como los que se vivieron en México. Desde su perspectiva, es difícil considerar que existió el mestizaje y que gran parte de los africanos y sus descendientes establecieron relaciones estrechas con otros grupos, de tal forma, que los rasgos físicos y culturales se fueron mezclando y combinando a través de las generaciones. México se convirtió en un país mestizo, antes de que las ideas “racionales” sobre la superioridad de una raza sobre otra tomaran auge hacia mediados del siglo XVIII con el crecimiento desmesurado del comercio de esclavos africanos. Contrario a ésto, Estados Unidos vivió una notable segregación racial hacia los africanos y ésto ha ocasionado interpretaciones diferentes sobre el mestizaje y la diversidad cultural. Por ello, los estadounidenses no pueden comprender los usos de las palabras “negro y moreno” o la idea de que no exista una “conciencia negra” entre los afrodescendientes de ciertas regiones de México, como en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca o Veracruz. Su visión del racismo se filtra por un lente con su problemática histórica y social. Todo ésto, sin embargo, no debiera ocultar que en México, aunque con otros matices, existen problemas de racismo y discriminación.
La respuesta del gobierno y la sociedad en México ante la protesta de los estadounidenses debe también reflexionarse. La mayoría de los mexicanos se ofendieron por la intromisión de los norteamericanos en decisiones internas que atañen a su cultura popular. ¿Cómo se atreven los “gringos” a opinar sobre nuestras historietas clásicas? Ello es comprensible porque la imposición histórica de los Estados Unidos en varios ámbitos políticos, económicos y sociales nos hace reaccionar enérgicamente ante la posibilidad de que ahora también quieran opinar sobre nuestras historietas. Sin embargo, el rechazo a la postura de los estadounidenses nos ha impedido reconocer la discriminación y los prejuicios que existen en México incluso con el mestizaje y la complejidad étnica que nos ha caracterizado como sociedad. Síntoma de ésto son los alarmantes resultados de las encuestas sobre discriminación en México dados a conocer en 2005 por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación en México, días antes del escándalo del timbre postal, que parecieron olvidarse cuando surgió la polémica sobre el racismo.
Debido a diversas causas históricas, la discriminación en México es hasta cierto punto inconsciente o encubierta por una falsa “moral”. Por una parte, la sociedad exalta a los indígenas del México antiguo, pero desprecia e ignora a los que hoy en día viven las peores condiciones de pobreza y desigualdad; le parecen simpáticos los “negritos” que viven en otros países y ni siquiera reconoce que existan en el suyo; en las comunidades afromestizas, se consideran más negros a los del pueblo vecino y, en general, los “ideales” de belleza y de estatus social (en los medios de comunicación y en la vida cotidiana) privilegian los fenotipos blancos frente a los “morenos o mestizos”.
Sobre la presencia africana en México desconocemos e ignoramos su importancia y participación en la conformación del país. En los libros de texto, en los museos y en los diversos medios de divulgación no se menciona la presencia africana en nuestra historia. Es cierto que tuvimos varios presidentes “mulatos o morenos” de descendencia africana pero ¿quiénes lo saben? Los africanos se mezclaron con los otros grupos de México, pero la integración no implica el olvido y la negación que se pueden traducir en prejuicios y manifestaciones de racismo.
El desafortunado comentario del presidente Fox y las polémicas sobre Memín Pinguín han evidenciado los conflictos de discriminación en México y Estados Unidos. Somos distintos, histórica y culturalmente, pero no podemos ser ajenos a los problemas externos y menos aún cegarnos ante los propios. Finalmente, “no hay mal que por bien no venga”, y algo hemos avanzado en estos últimos tres años: hablamos más sobre la historia de los africanos en México, hemos hecho congresos, coloquios y libros sobre el tema, investigadores y estudiantes de México y Estados Unidos se preocupan por estudiar las características y diferencias del racismo en ambos países, y nos preocupan más las relaciones entre hispanos y afroamericanos. Además, hemos empezado a mirar con ojos críticos a nuestros “iconos” de la cultura popular, sobre todo a aquellos que ofenden y reproducen estereotipos contra los que hemos luchado y seguiremos luchando, a pesar de la ignorancia, la torpeza y los intereses económicos de editoriales como Vid y de tiendas como Wal-Mart.
María Elisa Velázquez Gutiérrez majored in Sociology, mastered in History, and obtained a PhD in Anthropology. She is a full time researcher in the Direction of Ethnology and Social Anthropology in the National Institute of Anthropology and History. In the past 11 years at this Institute, she has coordinated the Seminary of Populations and Cultures of African Heritage in Mexico and an editorial series named Africanías. Her books include Women of African Origin in the Capital of New Spain, 17th and 18th centuries (México, INAH-UNAM, 2006), and The Black Trace in Guanajuato: Portraits of Afro-Descendants in Guanajuato, 19th and 20th Centuries (México, Institute of Culture, 2007).
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