Esta puesta en escena de Las criadas de Genet se centra en las relaciones de explotación y subordinación que informan las diferencias de clase entre las dos criadas y la señora, que es rica. La producción enfatiza el tema de un universo femenino sometido a una sociedad esencialmente machista, haciendo que los personajes femeninos sean interpretados por hombres. El set -sillas para el público, una cama doble, un armario y un tocador con un espejo- está decorado con flores, cortinas de raso, un altar de un santo que representa a la señora y una pintura grande de un falo. La puesta en escena se lleva a cabo como un acto místico-erótico y la configuración completa de los muebles es fálica. En los juegos de representación que juegan las criadas, las ambigüedades en su relación con la señora se vuelven obvias. Están conectadas a la imagen de la señora por afecto, erotismo y odio, mientras nutren un profundo sentimiento de desprecio a cada cual, ya que ven en la otra lo que realmente son. Su mayor deseo no es eliminar la clase a la que pertenece su señora, sino que ocupar su lugar en la sociedad.