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No soy yo. Autobiografía, performance y los nuevos espectadores de Estrella de Diego

Claudia Salazar | New York University

De Diego, Estrella. No soy yo. Autobiografía, performance y los nuevos espectadores. Madrid: Siruela, 2011. 255 páginas.

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Entre las diversas reflexiones sobre las subjetividades contemporáneas, donde destacan textos como el de Paula Sibilia La intimidad como espectáculo o el de Leonor Arfuch El espacio biográfico, el libro de Estrella de Diego ofrece una serie de preguntas que mantiene abierta la discusión interdisciplinaria sobre las problemáticas de la autorepresentación. En la introducción, De Diego anuncia explícitamente su objeto de análisis: “De eso se trata este libro: del sujeto que mira y es asaltado por una nueva forma de mirada” (11). Indica también que su análisis se centrará en los trabajos autobiográficos de varios artistas contemporáneos y modernos, principalmente trabajos de performance porque éste sería el lugar donde las nociones de espectador y sujeto permanecen abiertas, un lugar donde se abren las posibilidades de representación e inclusión del espectador en el espacio artístico. Cabe señalar que cuando de Diego habla de performance incluye también en ese concepto las artes visuales (Sherman, Cahun, Warhol, Velásquez, Duchamp, entre otros) e incluso diversos textos escritos (de Cixous, Woolf, Mishima, etc.). Desde este punto de vista, De Diego se distancia del trabajo de Sibilia quien se enfoca específicamente en la construcción del “yo” contemporáneo desde la metodología de las ciencias sociales o del enfoque de Arfuch quien estudia las diversas modalidades que integran el espacio de lo autobiográfico a partir del análisis del discurso.

Tomar la performance como herramienta metodológica le permite a de Diego explorar la configuración de una nueva forma de mirada que pone en cuestionamiento el espacio de la representación. La performance, como el espectáculo, permitiría el juego de “dividirse en dos, vivir en escena, estar fuera y dentro, uno que narra a otro” (147). Tradicionalmente ese espacio remite a una mirada jerarquizada donde el espectador tiene una posición de poder. La mirada es una forma de organización del mundo que rige todo el sistema lógico occidental, “mirar es formar parte de la historia de las cosas” (112). El sujeto que mira es, por tanto, el sujeto que impone un orden. Según Nora Catelli, la autobiografía sería el proyecto por antonomasia de la modernidad, en cuanto se vincula con ese deseo de orden y la búsqueda de estabilidad en la representación de un sujeto que intenta manifestarse. En No soy yo abundan las referencias a este sujeto que siempre está ocultándose, aunque también se reconoce como fracturado, y que convoca a una búsqueda que se despliega siempre en el lugar de la ficción. Toda autobiografía es una versión posible del relato de vida, señala de Diego, reconociendo su deuda teórica con el estudio fundador de Paul De Man sobre la autobiografía: “La autobiografía como des-figuración”. De Man planteó la imposibilidad de distinguir entre autobiografía y ficción y propuso además a la autobiografía como un modo de lectura y no como un género discursivo. En No soy yo de Diego lee autobiográficamente diversas obras artísticas que ella marca bajo el signo de lo performativo.

A lo largo de los seis capítulos que conforman el libro, de Diego propone no tanto un análisis del autor de los discursos autobiográficos sino al espectador como participante en este proceso de creación mutua, por lo que la pregunta central de su análisis propuesto es: ¿Quién es, cómo es el sujeto espectador de la modernidad si se refleja, cuando se refleja, en un sujeto artista siempre fracturado?  Tomando como objeto de análisis el autorretrato de Sir Joshua Reynolds y Las meninas de Velázquez, donde el juego de espejos parece devorar al espectador, de Diego propone la fractura del espacio de representación. Así, se desbarataría por completo la posición segura del espectador-reflejo: “la subversión, la radicalidad no están, pues, en lo que se muestra, sino en el juego espacial que se establece” (30). Las fotografías de Mapplethorpe travestido no tendría la misma fuerza subversiva que el autorretrato del joven Sir Reynolds, que interpela el lugar seguro del espectador.  

A partir de estas reflexiones sobre la precariedad de las posiciones en el espacio visual, de Diego vuelca su atención a textos de Hélène Cixous y al Orlando de Virginia Woolf, que se convierte en su piedra de toque para explorar al desestabilización de la noción de autoría y de las diversas categorías narrativas que se sitúan en los límites de la representación. La única solución frente a la fractura del sujeto moderno y del autor sería “distanciarse hasta el paroxismo. Hasta la parodia” (122). Al explorar el uso de la parodia como estrategia de representación, de Diego se aproxima a Étant donnes de Marcel Duchamp y a diversos videos filmados por Andy Warhol. El mecanismo paródico propone la ruptura de la reciprocidad visual situando al espectador en una posición paradójica, que lo introduce al mismo tiempo en la obra de arte y abre la posibilidad de alternar posiciones con el autor, compartiendo “la lógica del espectáculo: los que están siendo mirados terminan por ser los que construyen la mirada” (148). En esta ronda de posiciones intercambiables, lo autobiográfico se vincula más a la creatividad del lector que a la del autor, y de Diego afirma “Si la historia es un consenso y la memoria un acuerdo, el papel de ese Sujeto protagonista del Gran Relato debe estar vacante” (189).

En este punto, luego de declarar la vacancia de cualquier lugar de posible autoridad en los procesos de autorepresentación, No soy yo entabla una conversación con los debates de la antropología sobre el papel del etnólogo y su posición de autoridad, tan cuestionada como la del testigo. De Diego hace referencia a esta conversación para reforzar una vez más la noción del sujeto fracturado—fórmula que repite constantemente a lo largo de todo el libro—que se construye en (y que construye) la autobiografía.  Si bien este debate se dio en los estudios antropológicos durante los años 80, actualmente anima la reflexión de algunos estudios autobiográficos contemporáneos entre los que destaca el excelente libro de Diana Klinger Escritas de si, escritas do outro, que analiza la reformulación de la noción de autoría en textos de literatura latinoamericana contemporáneos. En suma, No soy yo, es un libro que interroga los espacios de representación y que lee autobiográficamente la performance y las artes visuales, contribuyendo así a los debates contemporáneos sobre la autorepresentación, la noción de autoría y la construcción de subjetividades.


Claudia Salazar studied Literature at the Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima) and completed her doctoral studies at New York University. Her doctoral dissertation analyzes  the autobiographical discourses through Latin America and the Iberian Peninsula. Among other awards, she has received the Susan Eliakim Simon Scholarship for Sephardic Studies and the GSAS Pre Doctoral Fellowship. She was the director of the literary magazine Fuegos de Arena and now is a member of the Editorial Board of the on-line magazine El hablador.  Her research interests and publications include: Modern and Contemporary Latin American Literature and Culture, Literary Theory, Autobiography, Gender Studies, and the intersections between Literature, History and Memory. She also received the Advanced Certificate in Creative Writing. She is the co-editor of Voces para Lilith. Literatura contemporánea de temática lésbica en Sudamérica (Lima: Estruendomudo, 2011).